Por Francisco Arias Fernández
Cuentan que durante un encuentro informal un ex segundo jefe de la Agencia para el Desarrollo Internacional de EE.UU. (USAID) narraba orgulloso que en la fiesta neoyorquina por los 15 años de su hija había contado con la presencia gratuita de dos grandes amigos, el dominicano Juan Luis Guerra y el colombiano Carlos Vives, “incondicionales de la agencia y de Estados Unidos”, según afirmó.
No es casual que los multipremiados por la “academia americana” (¿o la agencia?) ahora integren la nómina de los reclutados para el concierto por la guerra, que “sin ánimo de lucro” organizan socios y entidades subversivas de Donald Trump y su gabinete bélico, como parte del show mediático incendiario, acápite musical y trasnacional de la guerra no convencional contra Venezuela.
No podían faltar amigos íntimos de la mafia anti venezolana y anticubana de Miami, y cercanos a Marco Rubio, como el hispanoamericano Alejandro Sanz, que se regala en programas de cocina de la Televisión Española como supuesto amante de la libertad, el pensamiento independiente y presunto crítico de Trump, pero en la práctica es parte de las aguas turbias del arsenal farandulero, anexionista y anticomunista que alimenta el Miami revuelto y brutal, donde vive de los guiños al imperio y los dineros de capos y magnates.