Jóvenes en Malecón. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.
Cuba, 2019. Transcurrieron seis décadas desde aquel memorando firmado en Washington que preveía acciones de todo tipo con el fin de “debilitar la economía” de la Isla, negarle “fondos y suministros para reducir salarios y recursos financieros, causando hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno”. El bloqueo persiste, pero también persisten los cubanos que a la infamia responden con una obra de amor y con el empeño de los que quieren construir en paz y con dignidad.
¿Por qué es necesario en una sociedad el cultivo del saber, del conocimiento, de la cultura? ¿Cómo expresar la forma en que cada uno de nosotros ve el lugar que estos valores humanos ocupan en nuestra sociedad y en nuestro bienestar? Foto: Archivo.
Todos tenemos nuestra propia visión del universo, del país, de la sociedad que nos rodea y de sus hechos, problemas y oportunidades. Esa visión puede ser más o menos común con la de los demás, pero es claramente independiente, nos pertenece únicamente como individuos. Su expresión pública es modulada por nosotros mismos. La conveniencia más importante de esa modulación debería ser la de que expresemos nuestra visión de cada objeto de la forma más comprensible y útil a los demás, a la sociedad: “… ser tratado y tratar a los demás como seres humanos”, “… no mentir jamás ni violar principios éticos”, nos decía Fidel cuando definía a la revolución[1]. Nunca puede olvidarse, sin embargo, que será siempre única y esencialmente nuestra visión y que no tiene que ser necesariamente la más acertada, ni la más conveniente para todos. Cuando esta es la base del razonamiento se pueden establecer consensos que sean apropiados, o al menos aceptables, para la mayoría y sin que alguien las rechace. En esto también Fidel nos enseñó, expresando sus visiones de la política, la sociedad, la vida, de una forma clara y asociada con nuestras conciencias e intereses básicos.
Cualquier visitante cubano en Brasil puede percatarse de que en todas las grandes tiendas, en las secciones de plomería, se venden unos utilísimos purificadores de agua. También podrá encontrar estos dispositivos instalados físicamente en la mayor parte de las viviendas que se visite. Se trata de un sistema muy simple donde el agua corriente que llega por las cañerías pasa por unos filtros contentivos de materiales activos que eliminan una gran parte de las materias extrañas que puedan venir con el agua y además pueden matar o neutralizar microorganismos indeseables. El agua se convierte así en perfectamente potable en cada sitio donde se instala, como si se hubiera hervido.
Es de imaginar inmediatamente cuán útil sería un uso masivo de este tipo de dispositivo en los hogares y lugares públicos cubanos. Pueden ahorrarse probablemente miles de toneladas de petróleo equivalente a electricidad para hervir el agua que tomamos en nuestras casas. Se reducirían drásticamente muchas enfermedades gastrointestinales. Probablemente, hasta volvería a servirse el agua de beber gratuitamente en cualquier restaurante o cafetería, una bella tradición olvidada en nuestra Patria, y que es la única correcta y humanamente aceptable: el agua es esencial para la vida y no se puede obligar a cambiarla por dinero. Mucha ética, muchos beneficios, y masivos.
Es cierto que algún evaluador económico profesional o aficionado nos puede decir inmediatamente: “¡Ah!, pero comprar esos aparatos en el extranjero y los recambios de material filtrante cuesta divisas que no tenemos”.
El doctor en Ciencias Gerardo Rodríguez Fuentes, voz autorizada en el tema zeolita.
Entre 197 países de este mundo, Chile ocupa el lugar número 20 en cuanto a la longitud total de sus costas. Es un país privilegiado por su acceso al mar y a sus recursos relacionados. Cuba no se queda muy atrás, también lo es. Ocupamos el lugar 32 en este aspecto con cerca de 3700 km lineales de costas, al menos según la Wikipedia. Somos países de cara al mar y nuestros pueblos y hábitos pesqueros datan de mucho antes de la llegada de los europeos. Es cierto que las características ecológicas del mar en Chile son bastante diferentes de las cubanas. Pero en ambos casos nuestras aguas tienen vida animal, que debidamente explotada puede satisfacer necesidades alimentarias de los habitantes.
La foto muestra una modesta pescadería de Santiago de Chile, un día cualquiera, donde alguna carne de atractivo color naranja identifica al salmón.
En Chile y en muchos otros países del mundo la producción de ciertas especies muy demandadas, como puede ser el propio salmón, no se basa en la pesca del animal en el medio natural. Su pesca es particularmente compleja. Sería preciso tener ejércitos de pescadores para capturar todos los salmones que demanda el mercado. Para esa producción comercial en masa se ha desarrollado la llamada acuacultura (cuando los peces son marinos). Se crían y alimentan en reservas de agua controladas tecnológicamente y se colectan cuando alcanzan cierta talla comercial, como si fuera ganado vacuno. Los chilenos cultivan el salmón del Atlántico en el Pacífico y han llegado a ser los segundos productores mundiales, después de Noruega.
En nuestros mares y ríos el salmón no se seleccionó naturalmente, y probablemente tampoco se pueda cultivar. Sin embargo, el mar tropical y subtropical tiene vida abundante, muy variada. Podríamos tener una buena oferta de pescado y otras especies marinas. Pero la inefectividad para suplir estas necesidades de la población se hace evidente cuando vemos una simple pescadería, como la chilena de la foto. Nuestros científicos afirman que las transformaciones que nos hemos visto obligados a hacer para represar el agua de los ríos han afectado la ecología de nuestros mares de la plataforma insular y consecuentemente nuestras pesquerías. Pero obviamente Cuba no está en un mar muerto. También las iniciativas de innovación podrían contribuir a que nuestras pescaderías fueran parecidas, mejores incluso, y quizás también multicolores. Leer el resto de esta entrada »