#FuerzaCuba
Ayudar y hacerlo de corazón
Por Haroldo Miguel Luis Castro y Claudia Yilén Paz
A lo lejos la Plaza de la Revolución aparece majestuosa y gigante. Desde la cima de una loma, quizás la más alta de la zona, se divisa a un mar de personas de un lugar para otro. Bajo la histórica iglesia de Jesús del Monte, a nuestros pies, permanece, tal cual quiso el infortunio, un amasijo de escombros. Remover los restos que deja el paso de un tornado es como poner sal en una herida reciente. Cualquiera sabe que debajo de esas piedras yacen décadas de sacrificios y esfuerzos tirados a la basura. Por eso, uno puede encontrar cualquier cosa, desde el más común de los efectos domésticos, hasta el más especial de los juguetes.
A unos metros de allí, conocimos a Paula Silva Peña, una cincuentenaria señora que, como tantos otros vecinos del barrio de Luyanó, vivió en carne propia los caprichos de la naturaleza. Paula confiesa no recordar un fenómeno tan devastador y rápido como este. En realidad, ella no vive con su hijo, pero el instinto de madre y abuela hizo que la lluvia y el viento fueran obstáculos menores para llegar hasta los suyos y, desde entonces, no se ha movido.
“Aquello vino de pronto. Cuando aseguré como pude las ventanas de mi casa salí corriendo así mismo como estaba para saber de mis nietos, aunque no se bien cómo fue que llegué aquí. En la calle se veían los desastres y se oían los gritos de la gente. La verdad que fue una locura salir, pero en aquel momento a mí no me importó”.
Disculpándose por el reguero, invita a explorar la vivienda y muestra la lona que suple al techo de la barbacoa. “Ahora mismo mi mayor miedo son los aguaceros porque se me puede mojar todo, pero estamos bien y salvamos la vida y eso es lo más importante”.