Unos quince meses atrás, aludí a cómo el jefe de la Casa “Oscura” intentó (des)arropar a la Isla a partir de su mensaje de fin de año: “El pueblo cubano es un pueblo increíble. Ellos me apoyan fuertemente. Y vamos a encaminar a Cuba”, a contrapelo de que una persona bien informada sobre el vínculo Washington-La Habana y ajena a un contubernio con nuestro Socialismo dijo: “Las buenas relaciones entre los dos países van en interés nacional de Estados Unidos, mientras las malas responden a la obsesión del senador Rubio con Cuba” (1). Hoy, el mandatario yanqui anda en la misma dinámica y sin el resultado que espera. Me explico.