Campaña mediática
Este 20 de octubre

Celebramos este año el Día de la Cultura Nacional en medio de circunstancias excepcionales. Las restricciones impuestas por la pandemia obligaron a los creadores y a las instituciones a trasladar eventos, presentaciones y debates al ámbito virtual. La televisión apoyó ese gran esfuerzo, y puede decirse que no ocurrió el previsible “apagón” cultural. No obstante, el público acostumbrado a frecuentar los circuitos artísticos sufrió un cambio drástico en sus hábitos culturales y una reducción de sus opciones de enriquecimiento espiritual.
A la pandemia y sus secuelas de toda índole se sumaron los efectos del recrudecimiento del bloqueo, que se hizo más asfixiante que nunca. Enfrentamos limitaciones que obstaculizaron la participación de la población en los procesos culturales y la proyección social de escritores, artistas, instructores de arte y promotores, y de sus organizaciones e instituciones, desde la UNEAC, la AHS, la Brigada José Martí y los Institutos y Consejos del Ministerio de Cultura hasta la red de bibliotecas, museos, casas de cultura y demás entidades provinciales y municipales.
Si echamos un vistazo a nuestra región, advertiremos que el impacto de la epidemia de la covid-19 sobre el movimiento artístico ha sido devastador. Un mensaje circulado en julio de 2020 por la revista Conjunto de la Casa de las Américas denunció la situación desesperada del teatro latinoamericano:
“Mientras grupos y artistas generan iniciativas virtuales para sostener la actividad creadora y la comunicación con el público y con sus colegas de todas partes (…) como impulso vital para impedir que el teatro muera, muchos gobiernos neoliberales, carentes de políticas culturales humanistas e indiferentes a la necesidad de preservación y afirmación de la identidad de sus pueblos, dan la espalda a la cultura y a sus artistas.”
Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido allí donde reina el neoliberalismo, la cultura entre nosotros no ha quedado huérfana. En la Cuba satanizada por la maquinaria de mentiras de los medios y las redes sociales, la dirección del país ha seguido respaldando a creadores e instituciones. Protegió en particular a músicos y artistas escénicos no subvencionados, cuyos ingresos provenían de sus actuaciones en espacios públicos. Como dijo Díaz-Canel, “Con el cuerpo herido de dolencias y escaseces, Cuba no olvidó a sus artistas”.
Entretanto, en una clásica maniobra oportunista, el gobierno de los Estados Unidos y el núcleo fascista de Miami decidieron aprovechar la ocasión para reverdecer, con saña particular, su vieja aspiración de dividir a los sectores intelectuales cubanos, distanciar a los creadores de la institucionalidad revolucionaria y pregonar el debut de su quinta columna de “disidentes” tan largamente soñada.
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Llegamos en 2021 al Día de la Cultura Nacional después de conmemorar el aniversario 60 de “Palabras a los intelectuales” y de la fundación de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y el 35 de la Asociación Hermanos Saíz.
Estas conmemoraciones no fueron rituales vacíos. Sirvieron para motivar un análisis riguroso y crítico en torno al protagonismo que deben asumir los escritores y artistas en el diseño y la conducción de los programas culturales.
En su discurso del 28 de junio a propósito de “Palabras a los intelectuales”, Díaz-Canel volvió sobre puntos vitales que Fidel había tocado seis décadas atrás. Resaltó que el único camino viable en términos de política cultural es el diálogo. No el “diálogo” falso, como show, que reclaman para las redes y los medios a su servicio los ruidosos anexionistas; sino el “verdadero”, el “real y honesto”.
El propio clima creado por Fidel para aquellos encuentros de junio de 1961, gracias a su humildad y a su capacidad de escuchar, significa, para Díaz-Canel, un ejemplo del modelo de comunicación que debe establecerse entre la vanguardia política y la vanguardia intelectual:
“Esa parte de su discurso es una lección de ética y de solidez cultural, de respeto al otro; es una prueba de cómo funciona el diálogo verdadero, con el oído atento a las voces inconformes o disonantes y la palabra dispuesta a responder, pero no para vencer, sino para aprender, aceptar, convencer: sin prepotencia y sin soberbias estériles. No impone, razona.”
Díaz-Canel, a su vez, reveló sus experiencias cotidianas en ese tipo de intercambios como ejercicio sistemático y fecundante “en el empeño de construir consensos y articular acciones”. Insistió en que continuaría compartiendo muchas ideas con la intelectualidad “en el diálogo vivo, que no ha cesado ni cesará”.
Mencionó al propio tiempo las decisiones tomadas por la dirección del país para preservar la cultura, en medio de las enormes dificultades y carencias del presente:
“No se esperó la demanda de los artistas [dijo]. Se pensó en todos y en sus necesidades fundamentales en un contexto plagado de incertidumbres y malas noticias económicas globales que mantienen en suspenso los magros ingresos de una nación pobre y bloqueada. (…) // Eso no tiene otro nombre que Continuidad. Aquel diálogo de 1961 está vivo, aunque en más de un momento en estos años lo hayamos descuidado, pospuesto, malentendido y puede que hasta maltratado”.
Despejó asimismo cualquier temor de que pudieran regresar las posiciones dogmáticas y sectarias que distorsionaron en una época nuestra política cultural.
Hay que aprender del pasado, dijo, “para que las experiencias negativas no se repitan y tampoco se eternicen en la memoria con efecto paralizador; para que las positivas se sistematicen; para que los miedos infundados no se tornen creíbles; para que los oportunistas y mediocres no tengan jamás poder sobre la creación; para que los mercenarios no desprestigien nuestro abanico cultural; para que la crítica se haga desde lo artístico y lo profesional y no desde las apreciaciones externas, que suelen ser estériles y producir reacciones contrarias; para que la Revolución que se hizo por la justicia y la libertad no dé pie a confusiones que las nieguen”.
Subrayó además aspectos definitorios con respecto a la libertad de creación y al alcance del “dentro de la Revolución” formulado por Fidel y revisitado en la contemporaneidad:
“…la obra de arte tiene no solo el derecho sino la misión de ser provocadora, arriesgada, desafiante, cuestionadora, también enaltecedora y emancipadora. Someterla a la censura subjetiva y cobarde es un acto de lesa cultura. La libertad de expresión en la Revolución sigue teniendo como límite el derecho de la Revolución a existir”.
“Dentro de la Revolución”, ratificó, “sigue existiendo espacio para todo y para todos, excepto para quienes pretenden destruir el proyecto colectivo”. Martí “excluyó a los anexionistas de la Cuba con todos y para el bien de todos” y Fidel hizo lo mismo en 1961 con “los incorregiblemente contrarrevolucionarios”. Del mismo modo, “en la Cuba de 2021 no hay cabida para los anexionistas de siempre ni para los mercenarios del momento”.
Díaz-Canel desmontó el juego sucio del enemigo, sus intenciones, sus modos de actuar y de mentir, y adelantó los planes que han tramado para desestabilizarnos:
“No somos ingenuos. Está demasiado claro que nuestros adversarios tratan, por todas las vías, de provocar un estallido social y han escogido para inducir provocaciones un momento especialmente difícil para el país por los daños acumulados debido al reforzamiento criminal del bloqueo y el desgaste generado por el largo e intenso período de pandemia, asociado a los brotes y rebrotes de la COVID-19. (…) // Preservar, bajo el peor de los ataques, la independencia y la soberanía nacional seguirá siendo la primera prioridad para quien se sienta revolucionario y patriota, aunque esas palabras en ciertos círculos se consideren obsoletas. // Obsoleta es la dependencia, obsoleta es la humillación al poderoso. De todas las libertades, la más preciada es la que nos libera a todos los que compartimos un sentimiento, la que nos inflama de orgullo ante el triunfo de un compatriota, la bandera que se iza y el himno que se entona.”
No es posible hablar hoy del 20 de octubre sin detenerse en este texto tan hondo y convincente de Díaz-Canel.
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Para Fidel la cultura era la clave de la libertad de los seres humanos, de su capacidad para no ser engañados, y el mejor antídoto para sortear las trampas seductoras del consumismo. Podía ser un componente primordial de la calidad de vida, del nivel de vida, en una concepción de la felicidad muy diferente a la promovida por la publicidad capitalista, atada a la acumulación irracional de cosas materiales —con el consiguiente saqueo de los recursos naturales y el acelerado deterioro del medio ambiente.
Pero para Fidel la cultura representa algo más. La llamó más de una vez “escudo y espada de la nación”: el escudo, ese núcleo identitario que atesoramos, nos resguarda de las influencias desintegradoras, como dirían Cintio y Lezama; la espada, por su parte, es capaz de llegar muy lejos y transporta la verdad de nuestro país (y la defiende) en los sitios más remotos.
En 1993, en los días más amargos del Período Especial, Fidel dijo en la UNEAC aquella frase que ha sido recordada con frecuencia: “La cultura es lo primero que hay que salvar.” Se refería al arte y a la literatura, sí, pero igualmente al vínculo cognoscitivo y afectivo entre cultura y nación y a la suma de conocimientos imprescindibles para que el ser humano pueda defender su libertad, su memoria, sus orígenes, y deshacer la vasta telaraña de manipulaciones que le cierran el paso día a día.
Unos cinco años después, en el VI Congreso de la organización, Fidel habló de la globalización cultural. Dijo que era “el más importante de todos los temas, la más grande amenaza a la cultura, no solo a la nuestra, sino a la del mundo”. Había que defender nuestras tradiciones, nuestro patrimonio, nuestra creación, ante el “más poderoso instrumento de dominación del imperialismo”. Y concluyó: “aquí todo se juega: identidad nacional, patria, justicia social, Revolución, todo se juega”.
A la luz de esta severa advertencia, comprendemos más cabalmente la envergadura de la frase sobre “lo primero que hay que salvar” y el impulso personal que dio Fidel a la formación a escala masiva de instructores de arte, a introducir la apreciación artística en el programa televisivo “Universidad para todos”, a constituir talleres de ballet para niños de barrios humildes, a la multiplicación de editoriales en todo el país y a muchas otras iniciativas de difusión lo más amplia posible de la cultura.
Díaz-Canel está pensando en estas ideas de Fidel cuando, en el discurso ya citado, afirma que nuestro enemigo “no ha logrado jamás horadar el muro infranqueable de la sólida cultura e identidad nacional”. De ahí que se empeñe en insertar sus mensajes propios de la chatarra seudocultural, cargados de vulgaridad, “en esos espacios que dejamos vacíos, confiados en que la masificación de la educación y la cultura iban a resolver espontáneamente un acumulado histórico de desigualdades de siglos que no se curan ni en seis décadas de Revolución”.
Y reconoce, con franqueza y transparencia, que “somos responsables también de nuestros índices de marginalidad”. De ahí que no podamos abandonar en ningún momento “la querella abierta por Fidel contra la incultura” desde 1961 y “seguir apostando a la decencia y a la riqueza que aporta al ser humano la cultura artística, sin cansarnos”.
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Desde hace unos días, la “espada” certera e influyente que veía Fidel en la cultura nacional está en México, en el Festival Internacional Cervantino, donde Cuba es el país invitado de honor. Nuestro Ministro, el poeta Alpidio Alonso, preside una numerosa delegación. Entrevistado por el periódico La Jornada, respondió preguntas inevitables acerca de las campañas anticubanas que han querido implicar al sector cultural.
“No existe ningún tipo de confrontación entre las nuevas generaciones y los artistas de la isla con su gobierno”, asegura Alpidio. Y agrega: “el papel de la cultura es central para el proyecto de la revolución y el socialismo cubano que nació hace más de 60 años”.
“No tiene precedente [añade]: la manera en que se ha utilizado de forma perversa la tecnología en función de falsear las cosas y construir una narrativa que adultera todo. (…) El mejor mentís a las campañas de odio y desinformación es la obra misma de los artistas cubanos, con toda su complejidad y diversidad, pues el arte que se auspicia desde las instituciones culturales creadas por la revolución es crítico, no es un arte mojigato ni contemplativo…”
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El 22 de agosto de 1980, el Consejo de Ministros aprobó que el 20 de octubre fuera considerado oficialmente Día de la Cultura Nacional. Hart hablaba con mucho orgullo del significado de que se unieran en esa fecha el poderoso legado de la creación artística y literaria de nuestro país y la tradición patriótica y revolucionaria que se extiende desde 1868 hasta el triunfo de Enero del 59.
El itinerario que nos lleva de Céspedes y Perucho Figueredo hasta los jóvenes que hoy estudian en las escuelas de arte desemboca en Martí y en Fidel y pasa por Rubén, Lam, Alejo, Lezama, Virgilio, Guillén, Cintio, Fina, Alicia, Mariano, Fayad, Retamar, Haydee, Graziella, Barnet, Nancy, Alfredo, Eusebio, Torres Cuevas, Formell, Silvio, Choco y tantos otros. Tiene que ver con la identidad cubana, con sus esencias, con su perfil irrepetible, y tiene que ver de igual forma con los ideales de emancipación y justicia social que han inspirado a nuestros creadores.
Cintio nos recordó en el año sombrío de 1993 que no puede separarse el destino de la Revolución del destino de la patria:
“Lo que está en peligro, lo sabemos, es la nación misma. La nación ya es inseparable de la Revolución que desde el 10 de octubre de 1868 la constituye, y no tiene otra alternativa: o es independiente o deja de ser en absoluto.”
Nación y Revolución, patria y Revolución, no pueden concebirse separadas. Tampoco es posible imaginar la auténtica cultura cubana, la cultura nuestra, vigorosa y genuina, vendiéndose al Imperio, aliándose al anexionismo. Si es realmente cubana, si nace de nuestras raíces, si ha sido gestada por hombres y mujeres (vivan donde vivan) portadores de aquella cubanía que definió Fernando Ortiz, va a estar ligada indisolublemente al binomio de nación y Revolución, de patria y Revolución.
¿Es Joe Biden un libertador de la internet?
El viernes 16 de julio, en los jardines de la Casa Blanca y antes de abordar el helicóptero rumbo a la residencia de descanso en Camp David, Joe Biden declaró a la CNN que “la desinformación en las redes nos mata”. En particular, el presidente de Estados Unidos se refería a las publicaciones en la red digital Facebook sobre la vacunación contra la COVID-19 y acusaba a esa empresa de no hacer nada para evitarlas.

Facebook es la misma empresa que opera WhatsApp, y en ambas redes se han difundido no pocas noticias falsas relacionadas con la pandemia de la COVID-19 en Cuba. Pero si el presidente, el primer ministro o cualquier otro dirigente cubano dijera lo que Biden, el dispositivo de medios de comunicación e influencers que el Gobierno de EE.UU. financia contra la isla emprendería de inmediato el linchamiento del autor de semejante frase en nombre de la “libertad de expresión”.
No importa si se trata de la “expresión” de los viejos medios tradicionales, los creados en la época de Bush, los surgidos en la época de Obama o en la de Trump, la participación en la guerra de desinformación contra Cuba es unánime para quienes dicen reclamar pluralidad. Desde la agencia UPI diciendo que el “puerto” de Bayamo y el hotel Habana Libre habían sido tomados por los invasores de Playa Girón hasta el “Rey, tú sabes que yo soy bióloga” en los inicios de la pandemia de COVID-19, el que paga por desinformar sigue estando a 90 millas al norte de Cuba.
Sin embargo, todas las empresas de redes sociales digitales (Twitter, Facebook y Google) no han escatimado vías para bloquear las cuentas de medios rusos como RT y Sputnik, y, en el caso de Google, hasta desaparecerlos de las búsquedas en internet de manera temporal. También es un hecho que muchas cuentas de medios de comunicación, funcionarios y periodistas cubanos en Twitter han sido bloqueadas desde EE.UU. en momentos de relevancia política. Recientemente ha corrido igual suerte la cuenta de la Federación Estudiantil Universitaria, que agrupa a cientos de miles de jóvenes cubanos.
Los vínculos orgánicos de esas empresas con los servicios especiales y el Departamento de Estado norteamericanos están muy documentados por las revelaciones de Snowden y Wikileaks, y alcanzaron un esplendor particular en los dos mandatos de Obama, durante los que Biden fue vicepresidente. El Gobierno Obama-Biden es señalado como el que más ha perseguido a los informadores en Estados Unidos, incluso con ventaja sobre el de Richard Nixon, considerado hasta entonces el más obsesivo en ese aspecto.
Fue la alianza con las grandes empresas tecnológicas la que condujo al Ejecutivo encabezado por el mencionado dúo demócrata a perseguir con saña, hasta llevarlo al suicidio, al genial y muy joven informático Aaron Swartz por convertirse en un líder de la difusión libre del conocimiento en internet.
Swartz, acosado por el FBI, fue sometido a un proceso a nivel federal, en el cual el Gobierno lo hizo enfrentar 35 años de cárcel y un millón de dólares de multa. ¿Su delito? Descargar una base de datos con resultados de investigación científica financiada con dinero público, con la intención de liberarla en internet para acceso de todos los interesados. A diferencia de Biden, que habla de libertad y la persigue, Aaron fue consecuente: en 2008 había publicado un manifiesto denunciando “el robo privado de la cultura pública”.
No hubo clemencia de quien ahora dice preocuparse por el acceso a la información de los cubanos y utiliza figuras mediáticas convenientemente “mayamizadas” para hablar de libertad. Nada importó que Swartz, siendo apenas un adolescente, hubiera contribuido de manera sustancial a elementos que son hoy de uso corriente para compartir información en internet, como el RSS y el Creative Commons, que han aportado mucho más a la humanidad que quienes pagan lo mismo canciones que cócteles molotov como parte de un plan para desatar algo que aportará tanto al interés nacional estadounidense como a un baño de sangre a 90 millas de EE.UU.
La única libertad que interesa a un Gobierno cuyos ministros fueron designados por una corporación bancaria, según consta en los correos electrónicos entre Citibank y el equipo de transición de Barack Obama, filtrados por Wikileaks, es la libertad de hacer dinero, y Aaron Swartz era una amenaza para ello.
Como vicepresidente, el actual presidente de Estados Unidos no movió un dedo para que Cuba pudiera acceder a internet a través de los varios cables submarinos de fibra óptica que pasan a pocos kilómetros de sus costas y que se han mantenido prohibidos para las empresas cubanas. Hubo que financiar una conexión de 1 062 km de distancia, a un costo de 70 millones de dólares, que se extiende desde Camurí, cerca del puerto de La Guaira, en Venezuela, a la playa Siboney, en Santiago de Cuba. Tampoco desbloqueó los muchos sitios de información científica y tecnológica bloqueados para los desarrolladores informáticos cubanos.
Eric Schmidt, alguien que conoce bien tanto a Aaron Swartz como a Biden, visitó Cuba en 2015 siendo CEO de Google. Entonces estuvo en la Universidad de Ciencias Informáticas, donde varios estudiantes y profesores le expresaron sus quejas por no poder acceder a sitios de su megaempresa dedicados al desarrollo de software.
Schmidt dijo que les daría facilidades para un acceso “por la izquierda”, como se dice en cubano, y un profesor presente le respondió: “Nosotros no queremos brincar la cerca, queremos entrar por la puerta como todos”, y el ejecutivo estadounidense se comprometió a hablarlo con su Gobierno, precisamente el mismo del que Biden formaba parte. Lo que ha ocurrido desde entonces hasta el día de hoy es que esa situación, lejos de mejorar, ha empeorado, pero Joe Biden se ha comprometido a dar “internet sin censura a Cuba” ¡y gratis!
¿Un negocio más para empresas tecnológicas como las que se llenaron los bolsillos con dinero de los contribuyentes norteamericanos, diciendo que se vería en La Habana una televisión que nunca se ha visto? Muy probablemente. Biden llama “Estado fallido” a Cuba, pero no hay nada más fallido que los “creativos” intentos durante 60 años del Gobierno estadounidense por cambiar el régimen en la isla. Perdón, sí lo hay, es el modo en que los terroristas y extorsionadores de Miami han embaucado durante el mismo periodo a los Gobiernos estadounidenses.
(Tomado de La Pupila Insomne)
¿Democracia es desinformar sobre Cuba?

A veces creo que no sé si hemos evolucionado del todo. Hemos pasado de unas dictaduras donde se ocultaba la información en nombre de la seguridad del Estado a unas “democracias” donde se difunde información falsa en nombre de la “libertad”.
Basta con observar cómo, en nombre de la libertad y la democracia que algunos piden para Cuba, se está sembrando de mentiras y engaños los medios de comunicación y las redes. La propia agencia Reuters titulaba así un análisis al hilo de los recientes acontecimientos cubanos: “Fake news muddies online waters during Cuba protests”. (Las noticias falsas online enturbian las aguas durante las protestas en Cuba).
Claro, que Reuters deja caer las opciones de que esas fake news pueden estar sembradas por la oposición o por el Gobierno cubano. Sería el único caso en la historia en que un Gobierno siembra las noticias falsas de que sus ministros huyen y airea fotos de manifestaciones masivas de apoyo presentándolas como de opositores. Vamos, que un Gobierno siembra noticias falsas en su contra.

Porque una de las falsedades más espectaculares fue la de incluir imágenes de manifestaciones de apoyo al Gobierno y a la revolución como manifestaciones de protesta contra el Gobierno. Sobre ellas, el diario La Nación, de Argentina, titula a gran tamaño “Una multitudinaria e inédita protesta en las calles sorprende al régimen cubano”, pero la imagen que incluye es de una manifestación de apoyo, eso sí, con un pie en letra pequeña que dice “Defensores del régimen salieron a marchar después de un llamado del presidente Miguel Díaz-Canel”.
Igualmente el diario El País no precisa que esta foto es de seguidores de la revolución como se evidencia al portar la bandera del 26 de julio, la organización guerrillera que lideró Fidel Castro. La información incompleta es, también, información sesgada.

Si alguna vez se reproduce una foto de una manifestación de partidarios de la Revolución, como en esta de El País, la imagen se limita a una persona y el pie reza “una mujer grita”. Es decir, un caso aislado y único de apoyo al Gobierno, una sola persona que grita.

Una televisión chilena insertó una imagen de heridos por sangre durante el referéndum de Cataluña en la noticia sobre las manifestaciones en La Habana. Se trata del programa Mucho Gusto, del canal Mega.

El diario ABC difundía la noticia de la dimisión del viceministro del Interior de Cuba, en desacuerdo por el uso de fuerza excesiva contra los manifestantes. Algo que se desmintió, pero la noticia sigue colgada en su web. ¿Rectificaciones? Ni están ni se las espera.

En The New York Times los manifestantes pasan de ser cientos a miles en la misma noticia por arte de magia. Primero publicaron la noticia diciendo que eran “hundreds” y después la retocaron para decir que eran “thousands”.

En la cadena estadounidense de noticias Fox News decidieron pixelar las pancartas de los manifestantes a favor del Gobierno para que no se pudiera leer que ponían “Las calles son de los revolucionarios”, y presentarlas como manifestaciones de oposición.

Si lo anterior sucede en la prensa, que es un medio que se juega su credibilidad, imaginen lo que puede suceder en redes, donde nada pasa factura, ni hay filtro de veracidad.
Todo vale para atacar la Revolución cubana, desde una foto de la manifestación del 1 de mayo en La Habana hace unos años que se hace pasar por actual con manifestantes contra el Gobierno. Veamos más ejemplos.

Una foto muy difundida en redes decía corresponder a una protesta “en el malecón de Cuba” y aparecían cientos de miles de manifestantes. El equipo de AFP Factual, un servicio de verificación de noticias de la agencia AFP, descubrió que se trataba de una foto de Associated Press de una movilización en Alejandría el 11 de febrero de 2011, tras la caída del régimen de 30 años de Hosni Mubarak en Egipto. Reuters también tuvo que desmentirla.
Se hacen collages de fotos de heridos ensangrentados que ninguno era de Cuba. Se utilizan niños heridos en un tiroteo por delincuencia común en Caracas o las imágenes de un torturado acusado de pertenencia a ETA en Euskadi.

Incluso, Naciones Unidas difundió en Twitter como imagen de las protestas a unos manifestantes que se movilizaban en sentido contrario. Uno de ellos lo denunció en las redes y la reacción de Twitter al entrar en su perfil fue insertar este mensaje: “Precaución: Esta cuenta está temporalmente restringida. Estás viendo esta advertencia porque se detectó actividad inusual en esta cuenta”. La ONU terminó retirando el tuit.


En redes también circuló la noticia de que Raúl Castro huía a Venezuela y tuvo que ser desmentido por los verificadores de noticias. La foto que se difundía era de la llegada de Castro a Costa Rica a una cumbre que tuvo lugar en 2015.

Se utilizó una foto de nicaragüenses rezando en 2018 para superponer una bandera de Cuba y afirmar que eran cubanos “clamando a Dios”.
El servicio de verificación de noticias de RTVE desveló el origen trucado de un mensaje aparecido en redes sociales que expresaba “Cuba despertó ¡Abajo la dictadura! ¡Abajo el comunismo! ¡Libertad para Cuba! #SOSCuba”, acompañado de una fotografía donde se ve a un joven encapuchado y con la cara tapada, arrojando una botella incendiaria. Tras él se observa una pared con la fotografía del Che Guevara y la frase “No más comunismo”. Se trataba de un montaje a partir de una instantánea del fotógrafo estadounidense David McNew que se tomó el 30 de mayo de 2020 en Los Ángeles, California, en EEUU, durante las protestas por el asesinato del afroamericano George Floyd.
Los analistas y tertulianos no se escapan de esas “mentiras” recurriendo a argumentos y falsedades. Un columnista de Voz Populi que ostentó cargos de subdirección de Informativos de TVE y fue director-editor de la Primera Edición del Telediario afirma que “en Cuba el régimen hace desaparecer a las personas, como también sucede en Venezuela con la impunidad de quien ejerce la fuerza tras desmontar la democracia liberal”.
No existen desapariciones forzadas en Cuba reconocidas por las instituciones internacionales, más allá de que algún detenido durante unas horas no se informe de su paradero, de igual modo que ocurre en nuestro país tras determinadas detenciones. En España también puede suceder que un detenido se traslade de centro y durante unas horas la familia no sepa en que comisaría se encuentra.
En una tertulia de La Sexta dicen que la prueba de democracia es la frontera si no dejan salir es una dictadura. Obviando que los países que blindan fronteras son los ricos, como Estados Unidos o la Unión Europea y olvidando que desde hace años los cubanos pueden salir de su país sin problema, que la dificultad con la que se encuentran para hacerlo es conseguir un visado del otro país.

Sorprende la atención que han recibido en los medios las manifestaciones en Cuba mientras esos mismos medios han pasado de puntillas sobre el asesinato a tiros del presidente de Haití, o han callado ante la represión en Colombia con 63 personas asesinadas en dos meses. Sin ir más lejos, ese mismo fin de semana murieron 72 personas por disturbios en Sudáfrica. Si hasta ha ocupado Cuba más que las noticias sobre el enriquecimiento de Juan Carlos de Borbón con la venta de armamento.
Y volviendo a Cuba, no han aparecido las posiciones de responsables del Gobierno, miembros del cuerpo diplomático ni de portavoces de las cientos de organizaciones de apoyo a la Revolución cubana que hay por el mundo.
Tampoco, y al hilo del sufrimiento del pueblo cubano por la pandemia que sí se usó como argumento para las críticas, no se ha comentado suficientemente el papel del bloqueo impuesto por Estados Unidos. Los mismos analistas y medios que informaban sobre rebeliones en Cuba y hacían llamamientos para solidarizarse con ellas no denunciaban que debido al bloqueo comercial han tenido graves problemas de suministros sanitarios para luchar con la pandemia.
Las organizaciones MediCuba Suiza y Suiza-Cuba denunciaron en un comunicado que en abril del pasado año el bloqueo impidió transferencias de dinero para que Suiza pudiera vender respiradores a Cuba. Igualmente, el multimillonario propietario de la plataforma de comercio electrónico Alibaba, cuando decidió donar mascarillas y kits de diagnóstico covid a 24 países de América Latina, comprobó que el material no pudo llegar a Cuba porque viajaba en una aerolínea que, aunque colombiana, tenía capital estadounidense y tenía prohibido comerciar con Cuba.
Recordemos que la Asamblea de las Naciones Unidas, como todos los años, votó masivamente en contra de ese bloqueo el pasado mes de junio. Solo Estados Unidos e Israel votaron en contra de la resolución de rechazo al embargo, que contó con el apoyo de 184 países.
Quizá, además del debate de si Cuba es una dictadura o no, podríamos mirar la viga en el ojo propio y debatir si una democracia puede llamarse así si los ciudadanos no están informados o son engañados. Porque en las dictaduras la gente sabe que no está informada, pero en nuestros sistemas actuales creemos que sí y tampoco lo estamos.
(Tomado de Cuba Periodistas)Compartir en FacebookCompartir en TwitterCompartir en WhatsAppCompartir en Telegram
Hora cero en Venezuela: ¿Tienen la fuerza suficiente?
Les huele a final. Donald Trump amenazó públicamente con sanciones económicas si el gobierno de Venezuela avanza en las elecciones de la Asamblea Nacional (ANC) el 30 de julio. El secretario de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, fue en persona al Senado de los Estados Unidos a exponer sobre la crisis en Venezuela. Han instalado el resultado sin prueba alguna -quemaron las urnas antes del recuento- de los 7 millones 676 mil 894 votos que habrían conseguido en el plebiscito del domingo. Los medios internacionales los inflan, defienden, legitiman en cada uno de sus actos. Sienten que ya, que están a punto.
Entonces avanzan, es su “hora cero”. Las líneas son cinco. En política, la instalación del gobierno paralelo. Este viernes la Asamblea Nacional juramentará a sus magistrados para el Tribunal Supremo de Justicia, y la Mesa de Unidad Democrática anunció que elegirán al presidente del “gobierno de unidad” a través de elecciones primarias. Ya presentaron los puntos de su nuevo gobierno.
En la violencia, se trata de la combinación de las diferentes formas y la aparición de nuevas. Ya conocidas: incendiar personas -el miércoles fueron dos-, cortar por completo el acceso a zonas opositoras, realizar incursiones en zonas populares con grupos de choques, asediar instituciones públicas, hospitales, canales de televisión -como Venezolana de Televisión-, lanzar morteros, molotov, disparos con armas de fuego sobre fuerzas de seguridad del Estado y cuarteles, amenazar y asesinar chavistas, atacar los sistemas de distribución de alimentos. Nuevas, al menos de manera pública: ataque con armas largas, como fusiles R15 a plena luz del día en varios lugares. Se vienen, se prevé, un aumento de ataques de tipo militar. Los focos se multiplican en el país: Valencia, Barquisimeto, San Cristóbal, Caracas, Miranda, Mérida. Leer el resto de esta entrada »
Maduro: Venezuela quiere vivir en paz, basta de campañas de odio
Tomado de Correo del Orinoco
El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, denunció la noche de este miércoles la arremetida por parte de la derecha y dirigida desde los Estados Unidos, con la cual se ha pretendido incendiar el país con el objetivo de acabar la Revolución Bolivariana.
El Jefe de Estado se refirió al desarrollo del primer foro internacional de psicología con el título Violencia y Operaciones Psicológicas en Venezuela, con la participación de expertos de Guatemala, Argentina, Honduras, Brasil, El Salvador, México, Cuba, Ecuador y Francia, quienes han estado durante tres días deliberando sobre este tema.
Indicó que quienes visitan el país han podido transitar por Venezuela y ver que la derecha miente.
“No somos un paraíso, ni un país perfecto, pero somos un país de paz que sale todos los días a estudiar a trabajar y a vivir, estamos enfrentando una arremetida que ha pretendido incendiar Venezuela para justificar una intervención imperialista encabezado por el ejército gringo, que nadie dude de eso, es lo que pretendían, es lo que hemos derrotado y es lo que tenemos que seguir derrotando”, dijo. Leer el resto de esta entrada »