Día: 23 agosto, 2021

¿Es Joe Biden un libertador de la internet?

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El viernes 16 de julio, en los jardines de la Casa Blanca y antes de abordar el helicóptero rumbo a la residencia de descanso en Camp David, Joe Biden declaró a la CNN que “la desinformación en las redes nos mata”. En particular, el presidente de Estados Unidos se refería a las publicaciones en la red digital Facebook sobre la vacunación contra la COVID-19 y acusaba a esa empresa de no hacer nada para evitarlas.


Facebook es la misma empresa que opera WhatsApp, y en ambas redes se han difundido no pocas noticias falsas relacionadas con la pandemia de la COVID-19 en Cuba. Pero si el presidente, el primer ministro o cualquier otro dirigente cubano dijera lo que Biden, el dispositivo de medios de comunicación e influencers que el Gobierno de EE.UU. financia contra la isla emprendería de inmediato el linchamiento del autor de semejante frase en nombre de la “libertad de expresión”.

No importa si se trata de la “expresión” de los viejos medios tradicionales, los creados en la época de Bush, los surgidos en la época de Obama o en la de Trump, la participación en la guerra de desinformación contra Cuba es unánime para quienes dicen reclamar pluralidad. Desde la agencia UPI diciendo que el “puerto” de Bayamo y el hotel Habana Libre habían sido tomados por los invasores de Playa Girón hasta el “Rey, tú sabes que yo soy bióloga” en los inicios de la pandemia de COVID-19, el que paga por desinformar sigue estando a 90 millas al norte de Cuba.

Sin embargo, todas las empresas de redes sociales digitales (Twitter, Facebook y Google) no han escatimado vías para bloquear las cuentas de medios rusos como RT y Sputnik, y, en el caso de Google, hasta desaparecerlos de las búsquedas en internet de manera temporal. También es un hecho que muchas cuentas de medios de comunicación, funcionarios y periodistas cubanos en Twitter han sido bloqueadas desde EE.UU. en momentos de relevancia política. Recientemente ha corrido igual suerte la cuenta de la Federación Estudiantil Universitaria, que agrupa a cientos de miles de jóvenes cubanos.

Los vínculos orgánicos de esas empresas con los servicios especiales y el Departamento de Estado norteamericanos están muy documentados por las revelaciones de Snowden y Wikileaks, y alcanzaron un esplendor particular en los dos mandatos de Obama, durante los que Biden fue vicepresidente. El Gobierno Obama-Biden es señalado como el que más ha perseguido a los informadores en Estados Unidos, incluso con ventaja sobre el de Richard Nixon, considerado hasta entonces el más obsesivo en ese aspecto.

Fue la alianza con las grandes empresas tecnológicas la que condujo al Ejecutivo encabezado por el mencionado dúo demócrata a perseguir con saña, hasta llevarlo al suicidio, al genial y muy joven informático Aaron Swartz por convertirse en un líder de la difusión libre del conocimiento en internet.

Swartz, acosado por el FBI, fue sometido a un proceso a nivel federal, en el cual el Gobierno lo hizo enfrentar 35 años de cárcel y un millón de dólares de multa. ¿Su delito? Descargar una base de datos con resultados de investigación científica financiada con dinero público, con la intención de liberarla en internet para acceso de todos los interesados. A diferencia de Biden, que habla de libertad y la persigue, Aaron fue consecuente: en 2008 había publicado un manifiesto denunciando “el robo privado de la cultura pública”.

No hubo clemencia de quien ahora dice preocuparse por el acceso a la información de los cubanos y utiliza figuras mediáticas convenientemente “mayamizadas” para hablar de libertad. Nada importó que Swartz, siendo apenas un adolescente, hubiera contribuido de manera sustancial a elementos que son hoy de uso corriente para compartir información en internet, como el RSS y el Creative Commons, que han aportado mucho más a la humanidad que quienes pagan lo mismo canciones que cócteles molotov como parte de un plan para desatar algo que aportará tanto al interés nacional estadounidense como a un baño de sangre a 90 millas de EE.UU.

La única libertad que interesa a un Gobierno cuyos ministros fueron designados por una corporación bancaria, según consta en los correos electrónicos entre Citibank y el equipo de transición de Barack Obama, filtrados por Wikileaks, es la libertad de hacer dinero, y Aaron Swartz era una amenaza para ello.

Como vicepresidente, el actual presidente de Estados Unidos no movió un dedo para que Cuba pudiera acceder a internet a través de los varios cables submarinos de fibra óptica que pasan a pocos kilómetros de sus costas y que se han mantenido prohibidos para las empresas cubanas. Hubo que financiar una conexión de 1 062 km de distancia, a un costo de 70 millones de dólares, que se extiende desde Camurí, cerca del puerto de La Guaira, en Venezuela, a la playa Siboney, en Santiago de Cuba. Tampoco desbloqueó los muchos sitios de información científica y tecnológica bloqueados para los desarrolladores informáticos cubanos.

Eric Schmidt, alguien que conoce bien tanto a Aaron Swartz como a Biden, visitó Cuba en 2015 siendo CEO de Google. Entonces estuvo en la Universidad de Ciencias Informáticas, donde varios estudiantes y profesores le expresaron sus quejas por no poder acceder a sitios de su megaempresa dedicados al desarrollo de software.

Schmidt dijo que les daría facilidades para un acceso “por la izquierda”, como se dice en cubano, y un profesor presente le respondió: “Nosotros no queremos brincar la cerca, queremos entrar por la puerta como todos”, y el ejecutivo estadounidense se comprometió a hablarlo con su Gobierno, precisamente el mismo del que Biden formaba parte. Lo que ha ocurrido desde entonces hasta el día de hoy es que esa situación, lejos de mejorar, ha empeorado, pero Joe Biden se ha comprometido a dar “internet sin censura a Cuba” ¡y gratis!

¿Un negocio más para empresas tecnológicas como las que se llenaron los bolsillos con dinero de los contribuyentes norteamericanos, diciendo que se vería en La Habana una televisión que nunca se ha visto? Muy probablemente. Biden llama “Estado fallido” a Cuba, pero no hay nada más fallido que los “creativos” intentos durante 60 años del Gobierno estadounidense por cambiar el régimen en la isla. Perdón, sí lo hay, es el modo en que los terroristas y extorsionadores de Miami han embaucado durante el mismo periodo a los Gobiernos estadounidenses.

(Tomado de La Pupila Insomne)

Mujer cubana, más especial que el mismísimo Período. Aniversario 61 de la FMC.

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Cuando Fidel, luego de minutos discursando exclamó: “¡Patria o muerte! ¡Venceremos!” y dio unos pasos de retirada, todos pensaron que había culminado su alocución, pero de pronto regresó a los micrófonos.

“Les iba a decir que cuidaran la ropa para el Período Especial, porque a los mejor también tenemos que reducir considerablemente esos artículos, produciríamos solo para los muchachos, para los que nacen, para los que crecen (…) Estoy seguro de que pasan cinco años en un Período Especial y nos reunimos, y ustedes vienen tan elegantes y tan bellas como han venido esta noche”.

Mientras esto sucedía en el Palacio de las Convenciones de La Habana, en la clausura del V Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas, el 7 de marzo de 1990, en ese tiempo mi madre llevaba una niña hacía dos meses en el vientre y cuidaba de su primogénito de ocho años, su esposo y los quehaceres hogareños.

No, mi mamá no estuvo presente allí cuando Fidel en acto de confianza y elogio a la capacidad de resistencia de la mujer cubana, -creo yo- concluyó con aquellas palabras. Pero ella, y en general, las féminas de esta Isla, tuvieron que seguir el sabio consejo de “cuidar la ropa” y hasta aprendieron a “hacer magia”, un arte que se convirtió en práctica cotidiana en las más diversas áreas de la vida del cubano, para poder sobrevivir a la caída del campo socialista y a las medidas de asfixia de los vecinos del norte.

Quizás usted no lo vivió, pero probablemente de a oídas, -al menos-, sí conoce anécdotas icónicas de los años noventa en Cuba, como la del bistec de toronja, las bicicletadas diarias y quilométricas, los tenis “chupameao”, los trueques de artículos por comida, el jabón “angolano” y otras tantas que aún persisten en la memoria de este pueblo, en especial de las mujeres cubanas, que como dijera Fidel, en aquellas especiales circunstancias llevaron el peso fundamental de los sacrificios.

Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Tanto así que, han pasado casi dos décadas, pero Cari no puede deshacerse de la costumbre de “guardar pa´ cuando la cosa esté mala”, sobre todo, jabón y detergente; porque dice que mucho tuvo que lavar con maguey, y fregar solo con agua caliente, y hasta bañarse con «jabón angolano» (te echas agua y te lavas con la mano), mientras fantaseaba con la espuma que no existía en su cuerpo.

La maña de Martica es otra, aunque actualmente tiene de cuanto aparato eléctrico existe para cocinar y gas de balita además, no se deshace de su fogón de leña por nada del mundo. “Que va´, cocinar con leña no es fácil, pero cuando el Período Especial, que lo que había era ‘alumbrones’, esa fue mi salvación. Gracias a eso, mis hijos nunca se quedaron sin comer. Hasta los zapatos yo le pintaba a los muchachos con el tizne de los calderos”, cuenta con cierto agradecimiento de la vida.

A las veinteañeras, entonces, Yaquelín y Deisi, la necesidad las obligó a cargar del campo para la ciudad y de la urbe para la campiña. Se quedaron con esa manía. Las amigas inseparables llevaban, cada una, un racimo de plátano ‘burro’ u otro producto agrícola en las parrillas de sus bicicletas hasta el pueblo, -a unos 20 kilómetros- y allí intercambiaban sus ofertas por otras que necesitaban y que les ofrecían los citadinos.

Las muchachas se envalentonaban y también hacían algún viajecito a la Habana. “Por supuesto que no en bicicleta, íbamos en carro y llevábamos de cuanto Dios creó, (así resumen la variedad de productos agropecuarios que transportaban) y traíamos cosas que escaseaban aquí en el batey: jabón, ropa, zapatos; lo que apareciera».

Entre las intrépidas también estaba Estrella, que en esos años se convirtió en una cocinera muy eficiente e innovadora. Según cuenta, cogía aquel picadillo que repartían en la casilla con olor y sabor a ‘no sé qué’, lo sazonaba con el condimento que tuviera, lo metía en una media, lo cocinaba a presión, rezaba mientras la olla hacia su parte y en unos minutos lograba una especie de embutido casero, agradable al paladar.

A lo que ella le pusiera cabeza, lo mejoraba: croqueta, fufú, harina de maíz, arroz precocido… Si hasta bistec de toronja hizo. Pelaba la fruta, adobaba la corteza y luego la freía con enjundia de gallina. Mas, la especialidad de Estrella era que no negaba sus recetas, las compartía con todas sus amigas y conocidas para que ellas también mejoraran el menú que darían a sus familias

.Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

En este grupo de féminas valiosas de la década del noventa, está Rebeca, que  cosió, remendó, zurció y remodeló ropa de todo el vecindario, a cambio, casi siempre, de unas “Gracias, Rebe” salidas de las mismísimas entrañas, porque pasaron algunos años sin que se vendiera en el país vestuario para los adultos. ¡Qué costurera!, hacía mochilas y tenis de tela con suelitas de goma de tractor (llamados chupameao) para que los niños fuéramos a la escuela. De pronto un vestido se convertía en una saya y una blusa, o en un «short», y el sobrante lo hacía una trusita para el pequeño de la casa o un pañuelito para la abuela.

Miles y miles de amas de casa, estudiantes, obreras y profesionales cubanas que cumplieron con el deber en condiciones especiales, y no en el término feliz de la palabra. Muchachas que pasaban meses en una beca sin ir a sus casas, porque era preferible pasar hambre que aventurarse a un viaje distante sin disponibilidad de transporte. Técnicas y especialistas de fábricas e instituciones que se las ingeniaban para hacer el trabajo, porque producir era la única vía de que Cuba saliera adelante. Maestras que además de enseñar a sus alumnos las materias, los inspiraban a ser hombres y mujeres de bien, y a la hora de la merienda, el niño que no había llevado alimento, también comía. Doctoras que curaban más con el afecto que con los escasos medicamentos. Madres que encaminaban a sus hijos a golpe de sacrificios.

Pasados los años, algunas llevan en sus cuerpos la marca imborrable de aquel “dichoso” período. Líneas que marcaron el rostro prematuramente. Hipertensión, diabetes y otros trastornos alimenticios, merecidísimos, pues no eran tiempos de elegir nada, mucho menos qué comer. Delgadez y musculaturas heredadas del ejercicio físico cotidiano: bicicleta en loma y llano, caminatas de kilómetros y millas… En otras féminas, la época traspasó la piel. Nervios y emociones que no lograron el equilibrio necesario en tiempo de crisis. Desde entonces se enajenaron de sí y del mundo.

Sin embargo, hubo quienes inmersas en la penuria de los interminables días, meses y años, a veces, -sin saber cómo-, recogían sus pedazos y se rehacían para seguir adelante. De estas, hoy día, existen incluso las que rememoran experiencias de esa etapa, en busca de la esperanza y el coraje precisos para enfrentar las dificultades de la cotidianidad; y otras que no recuerdan parte de ese pasado, porque un día decidieron salvarse del dolor que les causaba, olvidándolo.

Gracias a muchas Cari, Martica, Yaquelín, Deisi, Estrella, Rebeca y otras tantas féminas cubanas, que en aquellas dificilísimas circunstancias llevaron la parte más dura de los sacrificios, fue que las banderas revolucionarias no se plegaron. Ellas, además de “hacer rendir” el alimento, el jabón, la ropa, el cariño; hicieron rendir (fructificar, multiplicar, aumentar, acrecentar), la resistencia de un pueblo entero.

Por ello, si un día se instituyera un premio a la heroicidad y grandeza femenina, irrefutablemente habrá que nominar a la mujer cubana, y de forma excepcional, a las que vivieron la década del noventa en Cuba, pues fueron ellas más especiales que el mismísimo Período.Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Mujer cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.