Todavía no habían gaseado ni golpeado en cámara a los periodistas locales y extranjeros, todavía no los había acusado de “sediciosos” y la ministra de Comunicación del golpismo en Bolivia, Roxana Lizárraga Vega, mentía flagrantemente.
En su primera entrevista a la televisión no mencionó las violaciones a la libertad de expresión en su país, ni al gorilato que masacraba en ese mismo instante a su pueblo en las calles. Habló de Cuba y mintió no una, sino tres veces.