Hace alrededor de 7 meses sesionó, como homenaje a José Martí, la IV Conferencia Internacional Por el Equilibrio del Mundo, y el Movimiento Juvenil Martiano tuvo el honor de organizar el Foro Juvenil llamado La idea del bien. Dos pilares que pudieran definirse como conceptos teóricos del pensamiento martiano y que hoy adquieren una relevancia en el contexto en que vivimos por la urgencia de un orden mundial más democrático, justo y equitativo. El equilibrio del mundo y la idea del bien se funden en una idea cardinal para la transformación política, económica, social y cultural que precisa la humanidad. De ahí la actualidad y universalidad del pensamiento del Maestro.
A propósito de estos temas la joven periodista Karla Rodríguez Albert llevó al papel una entrevista que me hiciera en los días de la conferencia. Tomo parte de las ideas expuestas en aquella ocasión para continuar haciendo valer la importancia de “superarnos desde la creación”. Para ser revolucionarios hay que vencer los límites de lo posible sembrando para el mañana, y esta siembra debe dar el pase generacional desde la originalidad, es un llamado a superarnos desde la creación. La máxima martiana “crear es la palabra de pase de esta generación”, se une en esta confluencia de ideas y motivación al ejercicio del pensar. En días recientes el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros Miguel Díaz-Canel reflexionaba sobre esta idea martiana de crear…, a la que siempre debemos ir por ser clave en el cómo hacer política hoy: “(…) Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear, es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!]
En 1961 el Guerrillero Heroico advirtió la necesidad de recurrir a Martí y a su pensar. “…Martí fue el mentor directo de nuestra Revolución, el hombre a cuya palabra había que recurrir siempre para dar la interpretación justa de los fenómenos históricos que estábamos viviendo y el hombre cuya palabra y cuyo ejemplo había que recordar cada vez que se quisiera decir o hacer algo trascendente en esta Patria]. En extraordinaria referencia el Che resume la vigencia del ideario martiano; un pensamiento que no es abstracto, sino que adquiere cuerpo y alma en sí mismo cuando somos capaces de redescubrir a Martí y aplicarlo a nuestra cotidianidad, cuando entendemos que la martianidad es osamenta sobre la cual debemos proyectarnos y sostenernos. Por eso somos martianos, porque críticamente lo hemos asimilado, porque creemos en la palabra del Maestro, y no lo hacemos como seres conducidos, sino desde una lealtad reflexiva a su palabra y ejecutoria.
En este tiempo, tan diferente al del Che y al de Martí, pero a la vez tan similar por las causas que motivan nuestra lucha, es imprescindible asirnos al Apóstol y a todos los salvadores de su pensamiento. Martí no representa sólo al ferviente revolucionario, sino también al guía espiritual, que nos ayuda a comprender la felicidad como la condición humana más noble. Martí no representa a un intelectual aislado del acto de crear desde la perspectiva de la transformación sino a contrariu sensu, Martí crea y funda bajo el sueño de ver una sociedad que hace de lo hermoso lo cotidiano, que no discrimina, que hace felices a los hombres. Martí representa al verdadero intelectual: orgánico, coherente, que no sólo divisa el bien sino que lo hace parte de su praxis.
Desdichadamente a veces perdemos de vista que esa es la verdadera esencia del Maestro. En muchas oportunidades se nos ha impuesto un Martí, tal vez con las mejores intenciones, pero impuesto al fin y al cabo, dejando perder la riqueza que significa el descubrimiento del Apóstol. Esa es la razón por la cual muchos aún lo consideran inalcanzable; porque deciden ver al hombre perfecto que no tiene vida humana, concebido únicamente encima de un pedestal, no más que un frío monumento. Una de las preocupaciones más urgentes del Movimiento Juvenil Martiano es hurgar en el Martí niño y joven; para luego reconocer al hombre que no cambia de la nada, sino evoluciona en edad y madurez política e intelectual.
Es necesario que pensemos en Martí, pero hacerlo como nos dijera el Guerrillero Heroico: “(…) como en un ser vivo, no como un dios ni como una cosa muerta;-sino- como algo que está presente en cada manifestación de la vida cubana…” Al mismo tiempo en su mensaje el Che nos pide que nos acerquemos a Martí, “…sin pena, sin pensar que se acercan a un dios, sino a un hombre más grande que los demás hombres, más sabio y más sacrificado que los demás hombres, y pensar que lo reviven un poco cada vez que piensan en él y lo reviven mucho cada vez que actúan como él quería que actuaran...”
Esta misión amerita ser concebida desde los códigos del presente; logrando que los jóvenes lean a Martí y lo descubran a través de sus obras, yendo a sus rasgos más íntimos sin llegar a violentar su privacidad. Siendo consecuentes con sus ideas, sin hacer de lo que dijo sentencias lapidarias asimiladas acríticamente. Sin hacer el ridículo ni ridiculizarlo, debemos entender al Apóstol como el hombre que sintió y padeció. Desacralizar a su persona desde la base del respeto infinito, para así demostrar que existe un Martí accesible a todas las generaciones.
Sentirse martiano y conocer al Maestro en sí mismo es un reto gigantesco, porque él no admite un acercamiento superficial. No se trata de memorizar sus frases, de repetir su discurso -a veces de forma descontextualizada-, o de conocer datos acerca de su biografía. Hay que escarbar en la esencia de su pensamiento, asumir críticamente sus valores, y tomar como punto de referencia sus juicios acerca de los temas más diversos. Ese es el motivo por el cual la IV Conferencia Internacional por el Equilibrio del Mundo reunió a tantas personas: porque la juventud progresista se siente identificada con el Maestro y lo ve como el ejemplo a seguir. Pero, aunque conocerlo nos puede resultar vital para hilvanar su pensamiento y la época en que vivió, si no se siente, si no está dentro, si el Apóstol no nos acompaña, nunca seremos buenos jóvenes martianos. Debe ser prioridad, más que el conocimiento en sí, la acción que hagamos martianamente.
Desde la realidad tan dura que le ha tocado vivir a esta generación, hija del período especial y del derrumbe del campo socialista en Europa, debemos mantener vivo el ideal martiano y antimperialista, la resistencia de un pueblo que vive y siente al Apóstol. Como generación legaremos lo que seamos capaces de crear. Debemos tener sentido del momento histórico, ser capaces de identificar lo que debe ser cambiado, y por supuesto cambiarlo. Todo para dar continuidad a un proceso de construcción social que, ante todo, es justo y martiano.