Después que el enviado especial de Estados Unidos para Venezuela, Elliott Abrams, se dirigiera a un grupo de periodistas el viernes 15 de marzo, para hablar sobre los avances en el conflicto venezolano e intentar sacar partido del ataque multidimensional que sufrió el sistema eléctrico nacional por varios días, atribuyéndolo a la corrupción interna del gobierno venezolano y desinversión en la infraestructura eléctrica del país,
diagnosticó: “¿Cuál es el impacto de esta situación en la longevidad del régimen? Obviamente va a acortar la vida del régimen (…) No estamos haciendo ninguna predicción y, al mirar hacia atrás, vemos que, en general, ni nosotros ni nadie ha sido muy bueno en predecir cuando caen los regímenes”.
Esa incertidumbre sobre cuánto tiempo puede tardar en concretarse el objetivo golpista que funcionarios como Mike Pence, John Bolton, Elliott Abrams y el propio presidente Donald Trump, asumieron públicamente y ante la falta de consenso en la opción militar por parte de los aliados políticos en la región latinoamericana, le resta firmeza a los intentos de intimidación política advirtiendo la inminencia de la caída del chavismo.
