La solidaridad de Cuba con los pobres supera cualquier sueño
El doctor en derecho Guy Malaterre es un hombre, que lleva casi cuatro décadas de amistad con Cuba, con su pueblo y con su Revolución, que admira la tenacidad y resistencia de un país que no abandona sus sueños de justicia social y de solidaridad hacia otras naciones en medio de un mundo desigual y complejo.
Tomado de Granma
Nacido en 1940 en Francia. Se ha dedicado a la solidaridad mundial durante toda su vida; por ejemplo participó decididamente en 1962 en la fundación de la Escuela Nacional de Administración de la República de Guinea (Conakry), una de las ideas del presidente Ahmed Sékou Touré (9 de enero de 1922 – 26 de marzo de 1984). En la actualidad es presidente de la Organización No Gubernamental Turquino, miembro de la Asociación de Amistad Francia-Cuba y de la Asociación Los amigos de la Comuna de Paris de 1871.
Amigo de los pobres, su compromiso y sensibilidad lo llevó a realizar trabajos audiovisuales sobre la solidaridad que Cuba brinda a otros pueblos: Los médicos cubanos en Paquistán y Los niños de Chernóbil en Tarará.
Por otra parte, en la difícil década de los 90 del pasado siglo aunó voluntades para traer donaciones para hospitales y otras instituciones cubanas.
Está a punto de publicar un libro sobre la extraordinaria labor humanitaria que personal sanitario cubano desarrolló en Haití tras el paso del devastador terremoto en ese país en enero de 2010 y la posterior epidemia de cólera desatada allí.
Granma Internacional aprovecha su visitas a la Isla para asistir al IV Congreso de Salud Integral en la Adolescencia-Adoleca 2017, organizado recientemente en la ciudad cubana de Cienfuegos y en donde dictó la conferencia Salud y Solidaridad, para conversar con este amigo de la mayor de las Antillas.
—¿Desde cuándo inicias tus relaciones con Cuba y por qué?
—Llegué por primera vez a Cuba como turista en 1978 con un grupo de la empresa, donde trabajaba entonces.
«Vista desde Europa, la Revolución Cubana era entonces algo nuevo, con unos barbudos jóvenes y dos líderes muy carismáticos: Fidel Castro Ruz y Ernesto Che Guevara.
«En seguida me sentí bien en la Isla, con ese pueblo alegre, esa patria
del humor con del doble sentido, que no pierde la sonrisa ni en momentos difíciles.
«Volví el año siguiente para conocer mejor el país y la vida de los amigos habaneros y cienfuegueros que conocí durante el primer viaje. Luego pasaron varios años, pero supe siempre que volvería.
«Y en efecto, lo hice en el 2000, pero esta vez no de turista. Conocía sobre los problemas económicos del país, derivados del llamado Periodo Especial en tiempo de paz, causados por el recrudecimiento del bloqueo económico y la caída del otrora campo socialista de Europa. La visita al hospital pediátrico Juan Manuel Márquez, del municipio habanero de Mariano, me dio la oportunidad de ofrecer mi solidaridad con la entrega de medicinas para los niños cubanos. He viajado a Cuba cerca de 40 veces».
—¿Qué más admira de la Revolución Cubana y de su pueblo?
—Desde niño, en cualquier combate, estoy siempre en favor del más débil. Soy así, y nunca cambiaré. Pero cuando se trata de un país pobre, que no tiene miedo de enfrentarse a los dueños del mundo para conquistar su libertad, crece mi simpatía.
«Y cuando ese país, a pesar del bloqueo económico y de sus pocos recursos, ayuda a los pueblos pobres del mundo, entonces brota mi admiración.
«La solidaridad, el pueblo cubano la tiene en su sangre, hace parte de su ADN. Salvar vidas es el credo de los médicos cubanos».
—¿Qué expresiones concretas de la solidaridad de Cuba con el llamado Tercer Mundo le ha llamado más la atención?
«Hay que ser pobre para conocer las necesidades de los pobres y ayudarles eficientemente.
«Es indispensable una voluntad inquebrantable de ayuda solidaria, y nadie la tuvo más que Fidel Castro. Entonces la creatividad de esta nación caribeña, construye una obra de solidaridad que cada día es más bella».
«Ante devastadoras catástrofes naturales, Cuba empezó a ayudar a los damnificados de huracanes y terremotos. Envió sus médicos, pero a los lugares más intrincados, en donde viven los pobres; y no se paró en ese esfuerzo, sino que fundó la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana (ELAM) para formar médicos para los países pobres; e incluso para las comunidades pobres de los Estados Unidos, algo nunca visto.
«Y lo mejor, esta pequeña ínsula fundó con voluntad el Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve, único en el mundo especializado en enfrentar la mayoría de las catástrofes naturales o epidemias, que azotan a naciones subdesarrolladas del llamado Tercer Mundo.
«Resultó muy merecido que la Organización Mundial de la Salud (OMS), durante su 70 Asamblea Mundial, en mayo último, haya entregado el Premio de Salud Pública en memoria del Dr. Lee Jong-wook al contingente médico cubano Henry Reeve, en reconocimiento a su labor en el enfrentamiento a desastres naturales y epidemias graves.
«Y es que la solidaridad cubana ha forjado poco a poco eficientes herramientas para mejorar la vida de los pobres de este planeta, no solo durante catástrofes y epidemias, sino también con la formación de médicos, la devolución de la visión a millones de personas, con el impulso del programa gratuito de rehabilitación oftalmológica de la Operación Milagro, el asesoramiento en el diseño de sistemas de atención primaria de salud y para enseñar a leer y a escribir a millones de iletrados, que arrancó de la ignorancia, gracias a la aplicación del método cubano de alfabetización Yo, sí puedo.
«Todas esas herramientas son muy originales, creativas y se adaptan a los pocos recursos de un país pobre».
—¿Por qué usted siente ese amor por los pobres, a pesar de vivir en una sociedad opulenta como Francia?
—Como le referí, desde niño estoy en favor del más débil. Afortunadamente hasta hoy no existen fronteras geográficas para los sentimientos de justicia y solidaridad. Existen amigos de los pobres hasta en una sociedad capitalista desarrollada.
«Además, soy católico, y nuestro primer deber es ayudar a los pobres y a los menesterosos.
«El Papa Francisco, es un ejemplo, es un ardiente defensor de los pobres, al igual de muchos prelados de América Latina y el Caribe, como el llamado Obispo de los pobres, el brasileño Helder Pessoa Cámara, arzobispo emérito de Recife, defensor de los derechos humanos y figura de la teología de la liberación, o el salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, arzobispo metropolitano de San Salvador.
—¿Por qué usted afirma que solo la solidaridad puede salvar a la humanidad?
—Estuve en Haití dos veces, después del devastador terremoto de enero de 2010 y durante la grave epidemia del cólera desatada en ese país a finales de ese propio año. Usted me acompañó durante mi última estancia y juntos recorrimos la sufrida geografía haitiana. Allí la miseria debería avergonzar al mundo; la grave situación humanitaria haitiana evidencia la poca voluntad de ayuda de los países ricos de la comunidad internacional.
«La respuesta cubana al pedido de ayuda del gobierno haitiano y de las Naciones Unidas fue la más eficiente para auxiliar a los damnificados del sismo y a los enfermos del cólera.
«Los Grupos de Pesquisa Activa de la Brigada Médica cubana fueron decisivos en la lucha contra la grave epidemia.
«Y es que en el cruel mundo de hoy tenemos mal tiempo para los pobres. Sin lugar a dudas que el futuro será más duro para ellos con las crisis económicas y los cambios climáticos. Los pobres seguirán pagando los pecados ajenos.
«De ahí que mi convicción más profunda es que la solidaridad es imprescindible para la supervivencia de la humanidad, como lo demuestra Cuba.
«Pero no hay que soñar, la salvación vendrá de los pobres o no vendrá».
—El 25 de noviembre último se cumplió el primer aniversario de la desaparición física del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. ¿Qué trascendencia ha tenido su figura para usted como ser humano?
—No desaparece nunca un gigante como Fidel. Conquistar la libertad de su país frente al dueño del mundo es su primera hazaña. Resistir al bloqueo económico, junto a su pueblo, durante más de 50 años es su segunda gesta. Y la obra de solidaridad de Cuba con los países pobres supera cualquier obstáculo.
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