Ser fidelista no es una desviación de la teoría marxista. Es ser marxista, martiano y tener una confianza infinita en la genialidad de un dirigente -de los que nacen cada cien años y que nuestra generación tuvo la suerte de coincidir con él- y de participar bajo su guía en la gesta definitiva de la redención de la patria.
Esa confianza se va materializando y consolidando poco a poco, mediante sus acciones cotidianas, sus análisis, su estilo de encontrarse siempre en la primera línea de cualquier combate contra enemigos o desastres naturales.
No se trata de una aceptación superficial de las decisiones o criterios del jefe sino la convicción de que sus opiniones a veces soñadoras, -pues un revolucionario siempre debe soñar-, aún cuando no se comprendan en su dimensión al principio, después advertimos que mientras nosotros habitualmente vemos facetas inmediatas de una situación, generalmente él suele apreciar aspectos de más largo alcance.