Esto, cuando Venezuela es acosada desde todos los flancos por Estados Unidos y la derecha internacional, aprovechando la desaparición del presidente Hugo Chávez y la caída drástica de los precios del petróleo. Mientras, el chavismo, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y el presidente Nicolás Maduro se mantienen firmes en defensa de la Constitución y han declarado una rebelión contra la CDI.
La iniciativa de Almagro fue lanzada dos días antes del miércoles 1º de abril, cuando estaba convocada una reunión del CP para, a pedido de Argentina, presidente pro témpore de la instancia, discutir la situación en Venezuela. Curiosamente, Buenos Aires había impulsado, a espaldas de Caracas, un proyecto de resolución, endosado también por Barbados, Brasil, Canadá, Costa Rica, EU, Honduras, México, Panamá, Perú, Guatemala, República Dominicana y Uruguay, que aunque llamaba a mantener el diálogo entre el gobierno y la oposición en el país sudamericano, iniciado ya en Santo Domingo con la intermediación de los ex presidentes José Luis Rodríguez Zapatero (España), Leonel Fernández (República Dominicana) y Omar Torrijos (Panamá), no especificaba –como proponía el proyecto presentado por el embajador Bernardo Álvarez, representante venezolano– que toda solución en Venezuela debe basarse en el respeto a su soberanía y reconocer al gobierno constitucional y legítimo que preside Maduro, así como que el diálogo actual cuenta con el patrocinio de Unasur. Ambas cuestiones son de fundamental importancia, pues si se dejaran fuera del texto quedaría la puerta abierta al golpe de Estado y a la intervención, y si se obvia a Unasur, se le da implícitamente a la OEA una beligerancia en cuanto a la situación en Venezuela que no se ha ganado y que Caracas y otras capitales de la región no desean.
De allí que la presidencia argentina pasara de la extraña postura de someter su proyecto de resolución, a la votación por consenso, sin haberlo siquiera conversado con Venezuela, a la más razonable y democrática de conceder un receso para, de acuerdo con la amable y amistosa solicitud de Álvarez, dar tiempo suficiente para que pudiera ser conocido el proyecto venezolano por los estados miembros.
Conviene recordar la guerra multidimensional desencadenada contra Caracas por el imperialismo, sus aliados y acólitos, en particular Álvaro Uribe y sus seguidores en Colombia y el impresentable gobierno de Mariano Rajoy, apoyado a dúo por los corruptos ex presidentes José María Aznar y Felipe González.